domingo, 11 de diciembre de 2016

Los 9 pasos de una decisión






Reflexionando sobre la vida, nos damos cuenta de que vivir supone siempre decidir: a veces decisiones intrascendentes, como qué me pongo hoy o si desayuno café, galletas o tostadas... otras, otras son lo más importante y suponen cambiar nuestra vida, nuestra manera de vivir, y que afectarán al resto de nuestra existencia, como puede ser un cambio de trabajo... o de vida. 

Para esas decisiones importantes es para las que merece la pena pararse e ir paso a paso. 

Las decisiones que salen bien, no es suerte, es que se han tomado bien. Otras decisiones salen mal... tampoco es mala suerte, es que las hemos tomado mal.

Y aquí pensamos... ya, ni que fuese tan fácil... Y no lo es... la única manera de aprender a tomar decisiones es tomando decisiones. Hay veces que tenemos la suerte de tener a nuestro lado a alguien que nos enseña a tomarlas: los consejos de nuestros padres y de las personas que nos quieren de verdad, y que muchas veces despreciamos sin analizar porque "no me entienden". Pero al final, si somos lo suficientemente humildes y honestos, saber escuchar los consejos de otros, los consejos dados desde el cariño y la experiencia en la vida, pueden ser un valor incuestionable para ayudarnos a tomar esa decisión que tanto nos preocupa. 

Porque sí, hemos de tomarla, las cosas no cambian porque sí, no cambian solas sin hacer nada, hemos de coger las riendas de nuestra vida y no quedarnos esperando en el limbo a que alguien las coja por nosotros. Si esperamos eso, nuestra vida será de otro, no nuestra.

1. Conoce la situación del problema que está requiriendo una decisión. Date el tiempo que necesites

Tenemos que ser conscientes de nuestro contexto, que puede tener situaciones tanto racionales como emocionales y que nos suponen un conflicto (si no fuese así, no necesitaríamos tomar la decisión). Muchas veces queremos resolverlo cuanto antes, sin pensar, de modo impulsivo o incluso angustiada. Sin embargo, si nos damos tiempo suficiente, podremos llegar a comprendernos, a tener una nueva visión de la situación o a plantearnos pedir ayuda a una persona en la que confiemos, que nos pueda aportar su visión sin juzgar, sólo con el afán de ayudar. 

Debemos darnos tiempo a expresar nuestro conflicto, nuestro problema, con serenidad, y admitir la diferencia entre los deseos y los proyectos o necesidades que debemos cubrir.

2. Define tu decisión. Descríbela objetivamente y no seas ambiguo

Lo mejor, obviamente, es dar este paso con la máxima precisión posible y para ello, aunque parezcan tópicos, son de mucha ayuda las preguntas básicas: qué, quién, cuándo, dónde, cómo, por qué ... y cualquier otro interrogante que nos ayude a deshacer posibles equívocos.

A lo que hay que llegar, en definitiva, es a definir cuál es el objetivo de la decisión, y cuanto menos ambigüedades, mejor. 
No se trata de definir esencias, sino de ser descriptivos sobre lo que hemos decidido hacer y dejar las subjetividades e interpretaciones lo más lejos posible.

3. Acepta lo que pasa y enriquece la información

Lo primero es aceptar lo que pasa, no auto-engañarnos, y a partir de ahí, buscar información sobre lo que es posible hacer. Si tienes la suerte de contar con quien puede, sabe y quiere ayudarte, acude a esa persona. No acudas a quien sabes que te va a decir sólo lo que quieres oír, eso sólo alimentará tus dudas. Prepárate para escuchar opiniones diferentes a las tuyas sin la predisposición de que "estoy en posesión de la verdad".

Muchas veces tomamos malas decisiones por falta de información y, en demasiadas ocasiones, por defendernos de información que pueden contrariar nuestros deseos. 

Busquemos, pues, el consejo de aquellas personas que, sin querer lastimarnos, buscan aportarnos una visión que no tiene por qué coincidir con la nuestra.

4. Clarifica los valores que entran en juego en tu decisión

Es el momento de ser sinceros con nosotros mismos, de decirnos y clarificarnos, de verdad, cuáles son nuestros valores, los que preferimos de verdad, no los que decimos que tenemos, los que decimos que preferimos o los que la sociedad o los que nos rodean nos han "impuesto". 

Lo que tenemos que decidir es lo que nos vale, lo que de verdad nos merece la pena, lo que queremos que dé sentido a nuestra vida.
Obviamente, esta reflexión lleva su tiempo y el reconocimiento de nosotros mismos. Las personas que mejor nos conocen nos pueden ayudar... si les dejamos que lo hagan. Pretender tomar estas decisiones solos a veces es demasiado aventurado.

Hay valores básicos para todos, pero no se trata de hablar de Maslow ni de necesidades primarias, se trata de que cada uno de nosotros debe vivir conforme a lo que le vale la pena para vivir, no conforme a lo que a veces decimos que nos gustaría como valor de nuestro proyecto de vida.

Cuántas veces hablamos de nuestros valores cuando no son nuestros, sino del que nos escucha, o de la sociedad en la que vivimos y en la que no queremos "destacar"
Además, debemos tener en cuenta el aquí y el ahora. No todos los momentos de nuestra vida son iguales y, en ocasiones, el tener que tomar una decisión es lo que de verdad nos ayuda a clarificar lo que nos vale para la vida, a nosotros, a mí, a ti. ¿Porque sabes? El único que va a vivir contigo toda tu vida y no le queda más remedio que hacerlo, eres tú.

 5. Busca las alternativas posibles para tu decisión, pero elige libremente

Somos capaces de identificar mucho mejor nuestros valores, lo que "nos vale", cuando escogemos opciones libres entre alternativas válidas. Lo que nos ocurre muchas veces es que nos "polarizamos" tanto hacia el problema, que nos olvidamos de pensar en que hay más de una alternativa o solución.

Construye alternativas a la situación y hazlo de la manera más libre posible. Empieza por una tormenta de ideas, escribe todas las vías que se te ocurran sin tener en cuenta su viabilidad. Sé sincero contigo mismo, escribe incluso opciones que a priori puedan parecerte descabelladas, y párate después a hacer una revisión crítica y realista de las posibilidades y eficacia de cada una de ellas.

A veces nos anclamos tanto en nuestra "única solución", que nos olvidamos de pensar en otras alternativas y acabamos excluyendo, sin saber, la mejor solución posible.

Lo que es importante es que nuestra decisión sea nuestra. No es lo que espera mi madre, mi pareja, mi jefe, mi amigo... es MI decisión, tomada libremente.

6. Analiza las posibles consecuencias de tu elección

De lo que se trata es de prever, con realismo, las consecuencias de cada una de las alternativas que hemos pensado. Sobre todo, estar muy seguros de que la decisión no es un "capricho", no supone sólo una resolución de mi voluntad en un momento concreto, sino de afrontar la vida de otro modo, o con otras circunstancias, o teniendo que modificar nuestras costumbres y rutinas, o incluso nuestros tópicos, esos que sin ser conscientes, todos tenemos y usamos en nuestras conversaciones con los demás... y con nosotros mismos.

Busquemos el momento oportuno, ese en el que nos sintamos preparados para someter, con tranquilidad, las alternativas a las consecuencias: ventajas o desventajas, posibles reacciones propias y ajenas. 

Todo tiene sus pros y sus contras y es posible que no exista ninguna solución que no pueda causar algún nuevo problema

 7. Plan de tareas. ¿Qué tengo que hacer?

Ya hemos pensado en qué. Ahora nos toca pensar en cómo. Cuáles son las tareas que tengo que hacer para construir mi decisión. Como en un proyecto, el más importante... nuestra vida... es bueno planificar las tareas en el tiempo, en el espacio, en quién ha de hacer cada cosa, en el nuevo talante que habrá que aportar.

El ver de antemano ese plan de tareas nos va a ayudar a tomar la decisión con la conciencia real de su posibilidad y de cómo se va a ir desarrollando. Evidentemente, tendremos que contar con cualquier persona que haya de intervenir en la decisión: su capacidad de respuesta, su disposición para colaborar, o su ausencia de ella.

8. Comprométete con tu decisión

Haz un chequeo a la libertad con la que tomas la decisión. Es el momento de saber si la decisión es mía o de otros

Sólo desde la propia libertad se decide bien
 Podemos hacernos algunas preguntas para saber si de verdad es nuestra la decisión:

  • ¿Lo hago porque no puedo fallarle? ... No es mía
  • ¿Sería peligroso para mí no hacerlo? ... No es mía
  • ¿Me resigno? ... No es mía
Lo que importa, al  final, es que no nos comprometan "desde fuera", sino que adquiramos libremente nuestro propio compromiso y nos responsabilicemos de nuestra decisión

Soy yo el que respondo de aquello a lo que me comprometo
Sin esta responsabilidad no hay decisión real, no nos hemos comprometido con ella. Esta es realmente la toma de la decisión.

9. Evalúa el resultado de tu decisión

Cuando hemos hecho el esfuerzo de tomar una decisión, también nos debe merecer la pena comprobar que las cosas siguen funcionando.

Para prevenir lo que se ve venir, debemos lograr que no venga
Si la decisión es importante, sigamos confiando en ella una vez tomada. En nuestra vida, a veces nuestras decisiones resultan fallidas y es muy importante localizar dónde está ese paso mal dado... y corregirlo. Muchas de las decisiones que tomamos son reversibles (aunque sea con daño) y rehacer el proceso puede ayudarnos a mejorar un poco la situación.

Haber cometido un error en nuestra vida por haber tomado una mala decisión, no tiene que atarnos el resto de nuestra vida a ella


Desde aquí, mi más profundo agradecimiento a mi queridísimo Joaquín, que siempre ha estado ahí, "abrazándome" en los momentos importantes de toma de decisiones en mi vida e inspirador absoluto de este artículo

3 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo, tendré que incorporar a un "Joaquín" en mi vida,jaja. Como siempre una excelente exposición de una mujer inteligente que centra perfectamente los temas cuando escribe y expone, enhorabuena Paz, tomo nota, un beso

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    1. Muchas gracias Samantha. Es una suerte, en efecto, tener a un "Joaquín" en la vida. Alguien que siempre da buenos consejos y nunca juzga... no hay muchos, pero existen :)

      Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo

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  2. Gran artículo, Paz, como siempre... En este sentido, te recomiendo la lectura de este libro, muy esclarecedor sobre los procesos de toma de decisiones: http://www.casadellibro.com/libro-iceberg-a-la-vista-principios-para-tomar-decisiones-sin-hundirse/9788492452415/1623540

    Y también, el seguimiento del Blog de uno de sus dos autores, Miguel Ángel Ariño, profesor de Análisis y Toma de Decisiones en el IESE: https://miguelarino.com/

    Un abrazo!!!

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