domingo, 12 de noviembre de 2017

Alas y raíces



Hoy mi padre me ha regalado una reflexión. De esas que te llegan al alma, de las que te hacen entender, desde la perspectiva de madre y de hija, los regalos que podemos hacernos... de esos regalos que "sólo" dicen "estoy contigo", "me siento orgulloso"... "te quiero"

Lo comparto con todos vosotros... sobre todo para todos los que podáis regalar Alas y raíces...


Entre tantas cosas como se pregonan de lo que los padres podemos dar a los hijos, hay un consejo poético y esclarecedor: nada mejor que ALAS y RAÍCES.

Son dos legados aparentemente contradictorios pero complementarios en realidad:

  • ALAS para volar con libertad hacia nuevos horizontes
  • RAÍCES para que el vuelo no lleve al desarraigo
Quizás los padres tenemos tendencia a enfatizar las raíces. Se nos llena la boca con ellas, sin reparar en que pueden tener un sabor amargo, en su caso, y siempre un poso determinista.

Prefiero pensar en las alas, en el vuelo emprendido libremente por los hijos porque sólo a ellos les pertenecen.

Y produce una inmensa alegría sentir, entonces, que los padres podemos volar de nuevo, hacia mejores metas, siguiendo la estela de los hijos.

Agustín Cariñena Aliaga



Gracias papá, gracias por estar siempre ahí dejándonos volar mientras miras y admiras nuestro vuelo. Gracias por mantener la pista de aterrizaje preparada en cualquier momento. Gracias por compartir con nosotros todas tus reflexiones.


jueves, 2 de noviembre de 2017

Por encima del bien y del mal... NO



Cuando empiezas tu vida profesional te quieres comer el mundo, quieres aportar, crecer, aprender, participar en proyectos interesantes. Tienes referentes a los que te quieres parecer, admiras a los “grandes” y aspiras a llegar lejos. Tú eres pequeñito, ellos son grandes.

Obviamente, depende de la ambición, de los principios y de la manera de ser de cada uno. Hay de quien sólo quiere crecimiento económico… a otros no nos llega… aunque no seamos hipócritas, trabajamos por dinero. De hecho, yo cobro por mi trabajo y creo que un salario justo es el que paga  el valor que aportas a la compañía, que no necesariamente es lo que ponga en tu puesto de trabajo, o no sólo eso.

Hace unos días, precisamente hablando de estas cosas en mi entorno cercano, creo que en realidad el concepto de “trabajo” no es el mismo para todos. Trabajo para mí es ser y sentirme profesional, es desarrollar una actividad que, además de aportarme los garbanzos, me aporte crecimiento personal, me llene, y me pueda ir cada día a casa con la sensación de haber construido, de haber tratado a mi equipo como personas y de haber aportado valor real a mi compañía. Porque sí, no siempre lo vemos y no siempre se reconoce, pero cuando aportamos a la compañía, será en parte para nosotros y acabará viniendo de vuelta.

Me he llevado palos… unos cuantos, algunos muy duros. Es lo que tienen más de 20 años en el mundo laboral. Pero, sin embargo, no quiero cambiar mi manera de pensar

Señores, soy rara. 
Creo en la profesionalidad, en la ética, en la transparencia, en la honestidad, en el buen hacer y en la mejora continua. Me ponen de los nervios los abusos de poder, el trato desigual y la desidia.
Ya sé que no todos pensamos igual, que nadie tiene que pensar como nosotros, y por el mismo principio, nadie debería obligar a nadie a pensar como él. Hay personas para todos los gustos. Los que se acomodan a su puesto, los que quieren rutina y pocas preocupaciones, los que no quieren cambiar, los que no tienen escrúpulos, los que te ponen la zancadilla, los que mienten abiertamente con tal de conseguir sus objetivos, los que sólo quieren crecer, los que se endiosan… y los peores, los que se sienten por encima del bien y del mal. Que existen es una realidad con la que hemos de vivir, y negarlo es engañarnos.

¿Os habéis encontrado alguna vez con estos “especímenes”? Por desgracia, existen, y no son siempre fáciles de ver. Van disfrazados de “traje y corbata” y se esconden detrás de una sonrisa encantadora, una alabanza, unas bonitas palabras en el momento adecuado, un “confío plenamente en tus capacidades” o un “esto es una apuesta mutua” para después, una vez que han conseguido lo que quieren, hacer lo que está dentro de sus intereses y dejarte a un lado.

¿Y qué hacer con esta gente?... Yo he decidido “ser valiente” y decir que no todo vale. Ser fiel a mis principios y no aceptar esa frase tan dicha “si no lo haces tú, ya vendrá otro que lo haga”. Está claro que las situaciones de la vida nos hacen aceptar estos chantajes emocionales en algunas ocasiones. Porque sí, porque son chantajes, es jugar con el futuro de las personas, es creerse en el derecho a decidir sobre los demás… sin escrúpulos. Además, y ahí quizás duela más, estas situaciones te las encuentras en instituciones en las que no te las esperas, en compañías de esas que tienen mucho renombre, mucho caché, mucha relevancia en el mercado, y que si les dices que “NO” pueden hacer que tu vida profesional se complique. De esas compañías que cuando empiezas en tu vida profesional admiras, y quieres llegar a trabajar con ellas… hasta que llegas a la posición de “ver las tripas” y descubrir cómo juegan ¿Por qué seguimos permitiendo que estén “por encima del bien y del mal”?

Señores, no se puede abusar de las personas, no se puede negociar sin ceder nada, no se puede pensar si este no viene ya lo hará otro, después de haberle dicho que es “guapo, rubio y de ojos azules”, después de haberle pedido colaboración desinteresada para poder incorporarse a un proyecto que haces con otro. No se puede decir “no puedo comprometerme a cuando te pagaré porque mi proceso interno es complicado” cuando es de dominio público lo que cobras por tus servicios y los plazos que exiges.

No, señores, no todo vale, no todos estamos dispuestos a jugar… por suerte, quedamos algunos “raros” que preferimos seguir siendo fieles a los principios de humanidad, de equipo, de personas, de equidad, de honestidad y de ética profesional. Os aseguro que con estos principios también se puede llegar lejos y, además, se duerme mucho mejor por las noches.