miércoles, 4 de octubre de 2017

Ayúdame a ayudarte...



¿Habéis vivido alguna vez la situación de querer ayudar a alguien y que esa persona no quiera vuestra ayuda?

Es una de las situaciones más frustrantes con la que te puedes encontrar, con las que me he encontrado tanto en la vida personal como en la profesional.

Se me ocurren dos escenarios diferentes pero con la misma respuesta:
No quieren tu ayuda... ni la de nadie

  • Primer escenario: Como en general a las personas nos cuesta demasiado ser claros, al otro lado no siempre te dicen "no me ayudes, no quiero", sino más bien todo lo contrario... quejas, mal humor, frustración por una situación que no gusta, porque hay que hacer un cambio...¡pero no se está dispuesto a hacer nada para que ocurra!. Es como si esperasen un milagro, como si tuvieses que tener el don de "pasar la mano por encima y hacer un milagro"... ¡Tachán! Situación solucionada con cero sufrimiento.
Por desgracia yo no sé hacer milagros... ni tampoco tengo el teléfono de quien los haga... Lo único que sí tengo es voluntad de ayuda, de construir, de entender que mi manera de ayudar no es la que a mí me sirva sino la que le sirva al que necesita ayuda... Pero hasta ahí. A partir de ese momento todos los cambios suponen un esfuerzo, pequeño o grande, pero algo que se ponga desde ambos lados... porque parto de la premisa de que los cambios impuestos no sirven a largo plazo, porque acaban desapareciendo en el momento en el que la persona que los impone se va.


Esta situación, aunque frustrante, a veces se soluciona con calma, templanza y pidiendo que te digan cómo ayudar... la famosa frase de ayúdame a ayudarte, dime qué necesitas de mí, qué puedo darte, y qué no.

  • Segundo escenario: Mucho más complicado que el anterior. Se da en aquellas situaciones en las que el cambio viene impuesto desde arriba, desde un lado, desde una normativa, desde una imposición no compartida por quien tiene que cambiar.
¿Qué hacer en esa situación? Como buena gallega diré... "depende". Naturalmente depende de la situación, de las personas, del entorno, de la autoridad que tengas para llevar a cabo el cambio, del impacto que quieres que tengan tus acciones... y al final, del resultado que quieras obtener.

Pero la verdadera dificultad de esta segunda situación, es que uno de los resultados que debes considerar como muy posible es que no haya cambio, que no pase nada. Se podrán enfadar contigo, decirte que no molestes o directamente te pidan que los dejes tranquilos, que vivían muy bien antes de ti, que lo único que has hecho es poner sobre la mesa problemas. Además, las personas tenemos a veces la habilidad y la experiencia para decir esas cosas sin decirlas, cuando es mucho más sano ser claros. 

¿No quieres ayuda? Pues decidamos qué hacer... Así de simple y así de complejo.

En muchas ocasiones la falta de claridad, el espera a ver qué pasa, el no te preocupes, el tranquilo que se arreglará, no son más que engaños al tiempo porque no nos hemos hecho la pregunta correcta. ¿Estás dispuesto a ayudarme a ayudarte?

Sólo si esa respuesta es afirmativa podremos pensar en construir un cambio. Lo demás... sólo desgasta y no le sirve a nadie.


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